Granada, Nicaragua

Era un 31 de Diciembre a finales de la década de los 80. Pasada la media noche, mi abuela agarró una maleta y salió corriendo hacia la calle. La seguí, corrimos hasta la esquina, pasando al lado de un cementerio, y luego de regreso a casa. Mi abuela me dijo que lo hacía para atraer viajes al año nuevo. Ella ha conocido muchos lugares y fue la que me inculcó esa picazón de pies por moverme y cruzar aunque sea la calle, para explorar, observar, oler y sentir.

Este año nuevo, a -21℃, Auro y yo salimos corriendo con una maleta, siguiendo los pasos de mi abuela. A esa temperatura y considerando que venimos de un país tropical, sólo pudimos correr unos 25 metros. Lo que importa es la intención, y mientras esperamos los viajes, también podemos viajar con las fotos, los cuentos y los recuerdos. Viajar con la memoria.

En enero del 2013, viajamos a Granada, Nicaragua, país hermano al norte. Poco después de cruzar la frontera, ya me moría por salir a caminar y conocer, sentía que estaba perdiendo la vida encerrado dentro de las latas del bus. Sin embargo, valió la pena esperar y arribar a una ciudad que parecía atrapada entre la colonia y el presente. Una ciudad entre el agua y la tierra, donde la gente se sienta en las aceras a leer o ver a sus vecinos pasar. Una ciudad que refleja su identidad en los colores de sus paredes.

Por culpa de mi abuela (¡gracias abuela!), no soy el tipo de persona que se queda disfrutando del hotel cuando está de viaje. Para mí, un hotel es una prisión más bonita; pasar el tiempo ahí es como no viajar del todo, pero cuando llegamos al Hotel Los Patios, me gustó tanto, que debatí entre salir o quedarme a disfrutar de la arquitectura y la tranquilidad. Ahí me sentí como en casa.

Tomamos un tour a Masaya, dónde nos encontrarnos con los colores de un mercado lleno de arte y con olores que despertaban el apetito. Probamos el fresco de cacao, que llena como si fuera un almuerzo completo. Caminamos cerca de un cráter con una cruz a lo alto, mientras parecíamos constructores. Visitamos Pueblos Blancos, donde vimos a una familia crear arte del barro, y en el mirador de Catarina disfrutamos la maravillosa vista a la Laguna de Apoyo. Nos contaron que hay quienes creen que la laguna se une con el Lago de Nicaragua por medio de cavernas. 

A pesar de estar huyendo del trabajo, ayudamos a traducir palabras que el guía del tour desconocía en el idioma anglosajón. Al final del tour, nos despedimos, y después de caminar unos 100 metros nos dimos cuenta de que el guía nos llamaba, diciendo que el gerente quería hablar con nosotros. Por un segundo pensé que nos iban a contratar y que tendríamos que buscar casa en Granada. Fue que olvidé pagar.

Durante nuestra visita a Granada caminamos por calles pequeñas y grandes, de tierra y piedras, de asfalto. Nos sentamos en el parque y como los locales, vimos a la gente pasar (a los vivos y muertos), hablar y reír, disfrutamos de los eventos culturales. Subimos a la torre de una iglesia y vimos que los techos, al igual que las paredes, también son de colores y que el sol los ha desteñido con los años.

Vimos Granada y supimos que queríamos volver.

-Will

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Texto y fotos: William Viquez  FB:WillPhoto  IG:will.viquez